DESMONTANDO FALSOS MITOS (© Personas que)
Ya nos lo decían nuestros padres cuando éramos peques: “No te creas todo lo que te cuenten”. Y cuánta razón tenían. Anda que no se escuchan cosas por ahí que no tienen nada de cierto. La enfermedad es probablemente uno de los terrenos que más bulos y verdades a medias encierran. Hablando del alzhéimer en concreto, podemos decir que este es una de las enfermedades sobre las que aún pesa un gran desconocimiento. Como ya va siendo hora de que nos esforcemos por arrojar algo de luz en torno a ella, nos hemos propuesto echar abajo unos cuantos mitos que solo sirven para generar más desconcierto allá por donde se sueltan.
Mito nº 1: “Si uno de mis familiares ha tenido alzhéimer, yo también lo tendré”Aunque es una de las preocupaciones más frecuentes de las personas que tienen en sus antecedentes alguien con esta enfermedad, lo cierto es que son muy raros los casos en los que el alzhéimer se hereda. Y es que solo el 7% de los casos están asociados con los genes que provocan la aparición temprano de un alzhéimer de tipo familiar. Se trata de una vertiente rara que suele aparecer a edades tempranas, generalmente por debajo de los cincuenta años. Sin embargo, los síntomas clínicos y la evolución de la enfermedad son iguales que en los casos que no responden a una forma de alzhéimer no hereditario.
Mito nº 2: “El alzhéimer es una enfermedad solo de personas mayores”Digamos que esta es una de esas verdades a medias que pululan por ahí, y como alguien dijo por ahí, no hay peor mentira que una verdad a medias. A pesar de que la edad es el factor más relevante a la hora de sufrir alzhéimer, no todas las personas que desarrollan esta enfermedad lo hacen al envejecer. Esto casa precisamente con lo que te explicábamos en el mito anterior, con la enfermedad de Alzheimer de tipo familiar que se desarrolla en personas menores de 65 años. Se trata de un tipo que se debe a un trastorno genético y que en ocasiones puede llegar a presentarse incluso en personas de entre 30 y 40 años.
Mito nº 3: “Perder memoria significa que estoy sufriendo los primeros signos de la enfermedad”Hombre, tampoco hay que ponerse tan drásticos. Muchas personas experimentan problemas de memoria cuando empiezan a envejecer, pero esto no quiere decir que vayan a desarrollar alzhéimer. Solo cuando esta pérdida de memoria comienza a afectar a las funciones de la vida cotidiana y conlleva falta de juicio y razonamiento, además de cambios en las habilidades comunicativas, conviene consultar al médico para que se puedan identificar las causas de todos estos síntomas. Que puede que no tenga la mayor importancia, pero mejor curarnos en salud.
Mito nº 4: “La enfermedad no se puede prevenir”Una cosa es que no exista un tratamiento para evitar su aparición, que es verdad que no existe. Sin embargo, sí que parece que estadísticamente el alzhéimer se puede prevenir. ¿Cuáles son las claves? Pues parece que mantenerse físicamente activo, llevar una dieta saludable, ejercitar el cerebro, reducir el estrés, controlar la presión arterial y el peso, entre otros hábitos de vida saludables, ayudan a mantenerse más activo tanto mental como físicamente, algo que parece que podría contribuir a, digámoslo de este modo, tener menos probabilidades de padecer alzhéimer.
Mito nº 5: “Las personas con alzhéimer se vuelven todas agresivas”Lo cierto es que no, que no todas las personas con esta enfermedad se vuelven agresivas. El alzhéimer afecta a cada persona de forma diferente y, además, muchas veces este tipo de conductas “violentas” o irascibles pueden deberse a la confusión, el miedo o la frustración ante la progresiva pérdida de habilidades. Entender la enfermedad y que, tanto el cuidador como el resto de familiares, utilicen toda su empatía para tratar con la persona afectada ayuda y mucho a prevenir este tipo de comportamientos negativos.
Enfermedad de Alzheimer
La enfermedad de Alzheimer (EA), también denominada mal de Alzheimer, o demencia senil de tipo Alzheimer (DSTA) es una enfermedad neurodegenerativa, que se manifiesta como deterioro cognitivo y trastornos conductuales. Se caracteriza en su forma típica por una pérdida progresiva de la memoria y de otras capacidades mentales, a medida que las células nerviosas (neuronas) mueren y diferentes zonas del cerebro se atrofian. La enfermedad suele tener una duración media aproximada después del diagnóstico de 10 años aunque esto puede variar en proporción directa con la severidad de la enfermedad al momento del diagnóstico.
Los síntomas de la enfermedad de Alzheimer como una entidad nosológica definida fueron identificados por Emil Kraepelin, mientras que la neuropatología característica fue observada por primera vez por Alois Alzheimer en 1906 Así pues, el descubrimiento de la enfermedad fue obra de ambos psiquiatras, que trabajaban en el mismo laboratorio. Sin embargo, dada la gran importancia que Kraepelin daba a encontrar la base neuropatológica de los desórdenes psiquiátricos, decidió nombrar la enfermedad alzheimer en honor a su compañero.
Primera Fase
Los síntomas en esta fase inicial van desde una simple e insignificante, pero a veces recurrente, pérdida de memoria (como la dificultad en orientarse uno mismo en lugares como calles al estar conduciendo el automóvil), hasta una constante y más persuasiva pérdida de la memoria conocida como memoria a corto plazo, presentando dificultades al interactuar en áreas de índole familiar como el vecindario donde el individuo habita.
Segunda Fase
Conforme la enfermedad avanza los pacientes pueden realizar tareas con cierta independencia (como usar el baño), pero requerirán asistencia en la realización de tareas más complejas (como ir al banco, pagar cuentas, etc.) Paulatinamente llega la pérdida de aptitudes como las de reconocer objetos y personas. Además, pueden manifestarse cambios de conducta como, por ejemplo, arranques violentos incluso en personas que jamás han presentado este tipo de comportamiento.
Tercera Fase
Las secuencias motoras complejas se vuelven menos coordinadas, reduciendo la habilidad de la persona de realizar sus actividades rutinarias. Durante esta fase, también empeoran los trastornos de la memoria y el paciente empieza a dejar de reconocer a sus familiares y seres más cercanos. La memoria a largo plazo, que hasta ese momento permanecía intacta, se deteriora.
Signos de alarma de enfermedad de Alzheimer
Pérdida de memoria para hechos recientes que afectan a las actividades básicas de la vida diaria
Dificultad en la realización de las tareas cotidianas, en la casa, en el trabajo u ocio
Problemas con el lenguaje
Desorientación en tiempo y espacio
Dificultad en pensamiento abstracto o capacidad de juicio
Cambio de carácter o alteración del comportamiento
Cambios en la personalidad previa
Pérdida de iniciativa
Problemas para entender imágenes visuales y relaciones espaciales
Colocar cosas en sitios inhabituales y perder la capacidad de encontrar dónde las dejó.
El alzheimer pertenece a un grupo de enfermedades degenerativas cerebrales denominadas “Demencias”. Se trata de una enfermedad degenerativa de las células cerebrales (las neuronas), es de carácter progresivo y de origen aún desconocido. El factor de riesgo de más impacto es la edad avanzada.
En España existen más de 600.000 personas diagnosticadas aunque se estiman que padezcan la enfermedad alrededor de 800.000. En nuestra comunidad, Castilla y León, se estiman unas 50.000 personas.
Se pueden distinguir varias fases en la evolución de la enfermedad de Alzheimer.
Fase silenciosa
Existe una primera fase, llamada “fase silenciosa” en la que aún no hay síntomas ni repercusiones funcionales, pero el cerebro ya ha empezado a estar afectado por la enfermedad.
Pasado un tiempo, diferente en cada persona, se presentan los primeros síntomas. En esta fase inicial o leve aparecen síntomas inespecíficos que son difíciles para confirmar el diagnóstico de un síndrome demencial. Uno de los cambios que a menudo aparecen en los estados iniciales de la enfermedad, es que la persona parece diferente a quien es habitualmente. Pierde el interés en sus aficiones y pasatiempos. Muestra pérdida de concentración, de desorientación. Puede manifestar extraños cambios de humor y estar más irritable.
Fase moderada
En una segunda fase o fase moderada, la persona afectada por Alzheimer ya presenta una sintomatología más clara, como la disminución de la fluidez en el lenguaje y la comprensión, dificultades para vestirse, desorientación en lugares familiares… En esta fase, ya aparecen alteraciones en funciones que no se veían alteradas en la fase anterior, como la función de ejecución, con dificultad para realizar planes o la función del movimiento, caminando constantemente o por el contrario permaneciendo en estado sedentario.
En esta fase se requiere de ayuda constante o al menos de supervisión continua
Fase grave
Y en una tercera fase o fase grave, la incapacidad es profunda y la persona afectada no se puede valer por sí sola. Su personalidad experimenta alteraciones irreversibles: deja de hablar, no reconoce a sus allegados.. Asimismo, aumenta la rigidez muscular y la consecuente falta de autonomía funcional.
Actualmente no hay tratamiento curativo para la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo hay terapias farmacológicas y terapias no farmacológicas (intervenciones psicosociales) que pretenden enlentecer el proceso de deterioro, procurando mantener el máximo tiempo posible la autonomía y las capacidades preservadas.
Un tratamiento adecuado debe presentar las siguientes características:
Integral: tanto con actuaciones farmacológicas como no farmacológicas, ya que el mantenimiento de la salud física es tan importante como el manejo de los síntomas psicológicos y de conducta asociados al deterioro. Debe mantenerse a la persona estimulada y procurar evitar el aislamiento que incide en el proceso de demencia. El tratamiento debe incluir también a la familia cuidadora que representa un importante recurso a lo largo de todo el proceso.
Personalizado: ya que este proceso neurodegenerativo cursa de manera progresiva y en cierto modo errático, el tratamiento debe centrarse en la persona atendiendo a su individualidad, historia personal y recursos del entorno.
Continuado: debe apoyarse a la persona enferma y a su familia a lo largo de todo el proceso de la enfermedad. Esto incluye el diagnóstico, el tratamiento, el seguimiento y los cuidados al final de la vida.
El tratamiento global debe comprender también la atención a la familia y al cuidador principal. Está comprobado que cuanta menos sobrecarga manifiesten y exista mayor resiliencia, la situación de la persona enferma será mejor, tanto en su calidad de vida como en su capacidad para responder a estímulos positivos o al tratamiento.
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